Por la verdadera separación de Poderes y por la Democracia
En ocasiones, visionar a televisiones que normalmente no les prestas la menor atención, puede resultar una forma de encontrar documentos de un cierto interés. Este es el caso de un programa llamado "Más se perdió en Cuba" de la cadena Intereconomía TV, donde intervinieron Fernando Suárez, ex Ministro de Trabajo, Antonio García Trevijano, Jesús Palacios, Enrique de Diego y Ramón Peralta. Todos ellos largando verdades a toda máquina. Procurad verlo a partir del minuto 65. Machacan entre todos la partitocracia. La trituran. Ley D’Hont, circunscripciones provinciales, oligopolio de los partidos que suplantan a la ciudadanía, cáncer autonómico. Sistema blindado. El Pueblo Español perdió la oportunidad de instituir una verdadera Democracia. Todo el entramado constitucional beneficia exclusivamente a los partidos. No existe la independencia de poderes del Estado. El Poder Ejecutivo lo eligen directamente cinco diputados, que son los líderes de los partidos. Etc. La única pena es que está cortado (¿censurado?) en buena parte, que es en la que se habla del Golpe de estado del rey, del 23 de febrero de 1981. El vídeo fundamenta que lo que hay en España no es una democracia, porque el sistema ni es representativo ni tiene independencia de poderes del Estado. Cosa normal, si se tiene en cuenta que procede de los Pactos de la Transición, del consenso. Y el consenso, no es un valor democrático, sino oligárquico. La democracia y el consenso son antitéticos, porque la primera es la imposición de la mayoría a las minorías, y no el pacto permanente con éstas; mientras que el segundo es el acuerdo para repartirse las prebendas, el poder, las sinecuras, en detrimento de los derechos políticos de los españoles.
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.