Llegan tiempos de cambios. Llegan tiempos de más control y más regulación. Y soy de los que piensan, aún admitiendo la máxima, "la avaricia rompe el saco", que en esta ocasión, no ha sido así.Tal simpleza no puede resumir lo que ha motivado todo el fiasco económico que estamos atravesando. Los verdaderos responsables de la situación, no son otros, que los reguladores del mercado, que se han dormido en lasilla o bien no disponían de suficientes mecanismos de control.
Durante los últimos diez años, España ha observado un crecimiento económico sustancial, del que se ha beneficiado toda la población. La riqueza afloraba. Los servicios y las infraestructuras se iban multiplicando por todos los sitios, incluso necesitábamos inmigración para cubrir puestos de trabajo que los españoles ya no querían desempeñar. Los billetes circulaban, y todo parecía ser de color de rosa. Los empresarios, claro está, eran los mayores beneficiarios de esta opulencia. Se creaban nuevas empresas todos los días, se abrían negocios en cualquier parte. Todo iba bien. Todo ésto, no solo sucedía en España, lo mismo sucedía en America, Europa y Asia. Y de repente en tan solo unos meses, todo a la mierda. Y no es debido a que los empresarios quisieran cada vez ganar más, que por otro lado, es su derecho, y también su obligación, como creadores de riqueza que son. Ni tampoco por que la banca arriesgara en exceso en la concesión de préstamos, recuerden todo iba bien, y como cualquier otro empresario asumía sus riesgos para sacar mayor beneficio. Ni tampoco por que cualquier ciudadano que tuviera una vivienda, quisiera sacar por ella el mayor beneficio posible, si había otro, que estaba dispuesto a pagarla al precio ofertado. No creo que ha esto se le pueda llamar avaricia. Es simplemente, el libre mercado.
Pero entonces, que ha pasado? Porqué en unos cuantos meses, todo a pasado a un color negruzco, casi fúnebre? Nadie lo sabe. O mejor dicho nadie lo ha sabido predecir, que a fin de cuentas es lo mismo. Lo que si que sabemos, es que el "papá Estado" tiene que intervenir en la economía más liberal por antonomasia, la estadounidense, y por supuesto en las economías europeas, inyectando dinero a los bancos, para no acrecentar la ruina. Que es otra cosa que no entiendo. Los bancos son empresas privadas como cualquier otra, pero claro, como los mecanismos de control estatales, no han sido lo pulcros que deberían haber sido para garantizar su fiabilidad en el mercado al que pertenecen, ahora nos toca pagar a todos sus inaptitudes.
Solo queda esperar que se aprenda de tal nefasta experiencia, y Europa deje de ser el vasallo de la economía norteamericana y de Wall Street, principal desencadenante de la crisis. Que las leyes limiten la opacidad a las entidades bancarias que manejan nuestro dinero, que es la causa de la desconfianza interbancaria, que ha generado el cerrojazo crediticio, y el mercado volverá a funcionar. Éste solo necesita independencia, regulación y limitación de las actividades abusivas y cuasi fraudulentas, información veraz y transparencia. Ésto si, es lo que debemos exigir al "papá Estado", lo demás viene solo, o se va, es lo que tiene la economía que hemos elegido, la del libre mercado. Y dejémonos de echarnos la culpa unos a otros, porque ni las economías liberal conservadoras, ni las liberal progresistas, han sabido anticipar, prevenir o corregir la crisis, y como decía Ortega y Gasset "ser de izquierdas, como ser de derechas, no es más que una de las infinitas posibilidades de que dispone el hombre para comportarse como un perfecto idiota." y ésta puede ser una de ellas si no espabilamos.
Regino Marmol
El Progreso del siglo XXI
23 septiembre 2008
The Last Laugh - Crisis Subprime
CQC Resumen "La Crisis Financiera"
El sistema económico
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.