El otro día junto con un grupo de amigos de tertulias varias, razonábamos sobre como se podría solucionar en parte la crisis económica que estamos atravesando o mejor dicho que nos está atravesando el bolsillo. El cenit de la discusión sucedía cuando después de varias acusaciones al gobierno por no tomar medidas suficientes para resolver la crisis, a la oposición por exagerar desmesuradamente la situación y a las grandes empresas por no repercutir en los trabajadores los grandes beneficios obtenidos en los últimos años y que seguían obteniendo, se soltó la idea de que la solución pasaba por subir los salarios enfrentándose a la idea de que lo que había que hacer era congelarlos. La primera idea se argumentaba sobre la base de que al final de la cadena productiva estaba el consumidor del producto y éste en su amplia mayoría es trabajador asalariado, y que debido a la incesante subida de los precios nunca proporcional a su incremento salarial dejaba de consumir, en definitiva comprar, por lo que se quebraba el mercado. Por un lado el consumidor no podía adquirir los bienes que regularmente venía haciendo en los últimos años y por tanto el empresario que en época de bonanza económica había obtenido copiosos beneficios dejaba de obtenerlos al no poder darle salida. Por lo tanto mal para el trabajador que no podía consumir y mal para el empresario que veía como sus beneficios no solo bajaban sino que peligrosamente dejaba de obtenerlos. Por el contrario, la segunda idea se argumentaba en que si el empresario no seguía obteniendo cuantiosos beneficios dejaría de producir y retiraría su capital de las empresas, lo que llevaría a despidos y aumentaría la crisis. En todo caso si una familia que vive de su salario puede comprar, como siempre con esfuerzo, una vivienda con hipoteca, un coche y un televisor a plazos, la ropa y los libros de los niños con la VISA, salir a comer algún domingo que otro a restaurante e irse de vacaciones quince días, les puedo asegurar que las empresas constructoras, bancarias, las automovilísticas, los comerciantes, los restaurantes y hoteleros seguirían teniendo beneficios, gracias a sus propios, y en conjunto empleados. Seguro que éstos no serían tan cuantiosos como en los últimos años, ya que no sería a cuenta de subir precio de venta, sino a cuenta de beneficios, pero seguro que firmarían esa merma de caja tal y como están la cosas. “En los momentos de crisis sólo la creatividad es más importante que el conocimiento” Albert Einstein
Regino Marmol
El Progreso del siglo XXI
10 junio 2008
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.