Si juntamos en un teatro, la actuación en solitario de un excepcional brujo, representando la obra de un Premio Nóbel, agnóstico, provocador y sarcástico, que trata, entre otras cosas, sobre la vida de un Santo verdadero, que según se dice fue proclamado santo por el pueblo antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, el resultado es sublime. Hacía tiempo que no me divertía tanto, seguramente porque he ido poco al teatro en los últimos años.
Rafael Alvarez “El Brujo” desde hace mucho tiempo es uno de los grandes actores contemporaneos de este país y una vez más lo ha sabido demostrar subido a un escenario representando un texto del Nóbel Dario Fo, cargado de ideología ("ideología: la persona que tiene ideas fundamentales que caracterizan su pensamiento") y lleno de puro teatro, teatro del medioevo, el de los juglares que sabían burlarse graciosa y artísticamente de los poderosos, nos adentramos en la vida de San Francisco, un santo que fue del pueblo y para el pueblo, que se acerca incluso a los que somos agnósticos. "Fo" nos acerca a un San Francisco lleno de ética, de humildad, que no acepta el poder, pero que interpreta la belleza en todo lo que ve, sin distinción de lo humano, material o divino. La belleza es el amor a uno mismo y a todos, es la humildad más natural que pueda existir, desde la desnudez de nuestro cuerpo a la renegación de lo superfluo. Nos hace llegar a un San Francisco, rebelde y solidario, libertario y juglar.
"El brujo" te pasea por la vida de San francisco con diálogos mordaces, hilarantes, con unos golpes llenos de una ironía totalmente actual, buenísimos, pero al mismo tiempo te sitúa en este mundo global, donde se repiten las mismas barbaridades desde hace ocho siglos, algunas cosas no han evolucionado nada.
La función acaba pasadas dos horas y tienes que comprobar el tiempo con el reloj, porque no te lo crees. Tú sigues pensando, con el sabor de la carcajada participativa en una obra que no te deja al margen, como en el teatro que es la vida.
Inmediatamente después, sino antes, se abre una ventana que hacía tiempo estaba cerrada. La ventana del reconocimiento de que han existido, existen y existirán personas que revolucionan y conmueven el mundo en el que vivimos, cueste lo que cueste y pese a quien pese. Bien sea desde el púlpito de la fe o desde el estrado de la razón. Personas que con valentía sobrehumana se enfrentan a los cánones establecidos para intentar mejorar el mundo, mejorándose a sí mismos, y aliviando la vida a los demás.
Si todavía no han visto la obra se la recomiendo por tres razones. Dario Fo, les renovará el instinto. Rafael Alvarez, les sacudirá los sentidos y sobre todo San Francisco, juglar de Díos, les ilustrará el espíritu. Los tres están presentes en la magistral interpretación de un “brujo” rebelde y solidario, libertario y juglar.
Regino Marmol
El Progreso del siglo XXI
22 enero 2008
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.