Alguna vez se dijo “por sus actos les conocereis” y en alguna otra ocasión también se dijo “y por sus palabras”, y en este caso no va a ser menos.
El verano pasado dijo, del actual alcalde de Madrid que “le da igual que haya 200 muertos y 1.500 heridos con tal de llegar al poder", en referencia al atentado del 11-M. Además llamó al señor Ruiz Gallardón “traidor, siniestro, bandido, lacayo del Gobierno y caradura”
También tiene por costumbre, aderezar sus comentarios con los más variados motes descalificativos. Algunos ejemplos para abrir “la boca”: “Chacha’ de Chirac” y “Zapaterechú” al presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero; “la abuela de la tribu y María Teresa Fernández de la ‘Vogue’”, a la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega; “Mari Complejín” al presidente del PP, Mariano Rajoy; “Kakoffi’ Annan” al secretario general de la ONU, Kofi Annan”, y así podríamos seguir con un largo etcetera.
También a través de su mal entendida libertad de expresión llega a manifestar cosas como que “El Gobierno español solo habla con terroristas, homosexuales y catalanes” Pero cuando algunos de los compañeros de profesión empiezan a renegar de uno, debería darle que pensar. Y es que, Andreu Buenafuente no irá a recoger el Micrófono de Oro con el que se le ha galardonado por la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión porque no quiere compartir palmarés con este señor, al cual también han premiado. Luis del Olmo dice que no compartirá escenario con él, si acude a recoger el premio y... lo que queda.
Que no, que no, Federico que no eres un Santo. Solo eres Federico, y si no, miralo en el diccionario de la Real Academia.
Regino Marmol
El Progreso del siglo XXI
20 febrero 2007
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.