8/5/06

Que mísera locura...

Que vergüenza. Que pena. Que mísera locura nos lleva a abuchear a una persona que quiere expresar libremente sus opiniones, eso si, contrarias o contradictorias a algunos sectores radicalizados de este país. Y que por ser radicales en sus ideas y postulados se creen en el derecho de insultar, agredir, acobardar e incluso ofender a sus contrarios ideológicamente. Y me estoy refiriendo a los improperios destinados a Mariano Rajoy durante estos días en Cataluña, mientras se lanzaban huevos y otros objetos hacía su persona. Y es que, libertad de expresión si. Pero insultar, gritar, ofender, calumniar, no. Y es que libertad a manifestarse si. Pero lanzar huevos, tomates y otros alimentos, que estarían mejor en la cocina, que en las manos de algunos energúmenos, no. Y es que estamos empezando a estar artos de esta historia. Que ya nos la conocemos. Que se empieza insultando y faltando el respeto, y se acaba en pelea. Que la libertad tiene un límite, y ese límite es la libertad del otro, que no se puede ni se debe transgredir nunca. Pero es que claro, lo que no puede ser, es que no puede ser. Mariano Rajoy, no tiene más derechos, ni más ni menos libertad, que cualquiera de nosotros. O de esos energúmenos que le increpaban e intentaban ofender a voz en grito en plena calle, Tiene la misma, gracias a Dios, o mejor dicho, gracias a nuestro estado de derecho. Por eso creo que todo tiene un límite. Y ese límite lo debería siempre poner la ley. Pero desgraciadamente en algunos casos no es así. Insultar, lanzar huevos, amenazar e intentar agredir a una persona, en este país, si vas en grupo, según parece no es delito. Te puedes desahogar tranquila y libremente (que falacia lo de libremente) sin ningún temor a ser detenido por la policía, y soltar al primero que pase por la calle toda clase de insultos, que no pasa nada. Incluso a lanzarle algún huevo que otro, que es hasta muy gracioso. Es de locos. Es como si usted mañana paseando por su barrio, le salen al paso un grupo de energúmenos y le empiezan a insultar porque se han enterado que usted tiene una opinión contraria a la suya sobre un determinado asunto. Eso no es libertad de expresión. Eso es dictadura de la más dura realizada por caras duras. Y me da igual que los que insulten sean chavales independentistas de apenas 20 años de barrios obreros y con pelo largo y ropa desairada, como en el caso de Mariano Rajoy en Cataluña, que como cuando pasaron estos hechos contra José Bono, hace varios meses en Madrid, por gente mucho mejor vestida y arreglada. O tantas otras veces en otros o los mismos lugares de España contra las mismas u otras personas. Da igual. No se puede ni se debe permitir, y mucho menos alentar o reír la gracia cuando al que insultan y ofenden no es de tu misma opinión. Primero porque no es ninguna gracia y segundo porque así lo único que se consigue es crear intolerancia, dictadura y enfrentamiento en vez de libertad, democracia y razonamiento, a parte de una falta de respeto hacia el prójimo, valor que desgraciadamente se deprecia cada día más. Pero la cuestión es quien tiene la culpa? Y la culpa, como casi siempre está en nosotros mismos. Que país.
Regino Marmol
El Progreso del siglo XXI
8 mayo 2006

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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.