Estoy de acuerdo en que el Consejo General del
Poder Judicial no sea nombrado por los partidos políticos. Pero también estoy
de acuerdo que tampoco sean nombrados por otros jueces. El Poder Judicial debe,
al igual que los otros dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo, emanar
directamente de la voluntad popular. Ahora el ministro de la justicia española
quiere enmendar lo que el gobierno de Felipe González cambio en su día para
intentar que los representantes del pueblo, es decir el Congreso de los Diputados,
eligieran a tan magnánimo Órgano. Entonces fue una medida acertada la de quitar
a los jueces que, en su mayoría, venían de la dictadura franquista tan
importante elección. El resultado era más acertado, aún hoy día significa que
el Consejo del Poder Judicial lo eligen los representantes del pueblo, pero
como se ha visto, lo que se ha conseguido es politizarlo todo a conveniencia de
los dos partidos que alternativamente gobiernan nuestro país. Debería ser la
ocasión en la que se tomara la firme decisión de realmente separar al Poder
Judicial de una vez por todas de los influjos de los partidos políticos.
Elijamos al Poder Judicial los ciudadanos, es nuestro derecho y nuestra
obligación defenderlo. Es a nosotros a quienes juzgan, somos nosotros quienes pagamos
sus nóminas, es a nosotros a quien deben explicaciones si tienen que dárselas a
alguien, son nuestras leyes las que imparten y nuestra justicia la que
sentencian.
Si el Consejo del Poder Judicial es elegido en su
mayoría por los miembros de la judicatura, como si de un simple órgano colegial
se tratara, además de crear corporativismo, resultaría dejar en manos de
una minúscula parte de la ciudadanía este Poder.
Si el Consejo del Poder Judicial es elegido en su
mayoría por dos partidos políticos y encima a su vez en mayoría por el partido
político que gobierna, evitamos el corporativismo pero añadimos la pleitesía,
que a la postre es aún peor .
Por eso el sentido común y la experiencia de más
de treinta años de democracia nos debería llevar a la conclusión de que si
realmente queremos separación de Poderes, debemos elegirlos nosotros, los
ciudadanos, al menos en la más alta representación. Las dos fórmulas anteriores
no han funcionado y sería estúpido seguir insistiendo en ellas. A los políticos
les jode que les quitemos cuota de poder, pero a nosotros no jode más que nos lo
roben.
Simón Bolivar aseveró a
principios del XIX “La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con
ella se sostiene la igualdad y la libertad.” Este axioma atemporal y universal
es parte de la naturaleza del hombre y domina su idea de sociedad. El ministro
de Justicia debería replanteárselo si realmente busca la separación de Poderes
y entiende que éstos deben emanar de la ciudadanía.
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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.