25/8/09

Dejad que os cuente una historia

Nació hace once años, en el invierno del 98. En el mismo pueblo que le vio crecer, Navalcarnero, donde se desarrolló y progresó entre sus vecinos. Nació como antiguamente, en casa, sin matrona que lo trajera al mundo. Sin epidular. Fue un nacimiento deseado y con mucha alegría. Recuerdo, que en sus primeros años de vida, nos quitó muchas horas de sueño, incluso hasta altas horas de la madrugada, pero se le perdonaba todo. Era la ilusión y el regocijo de todos. Sus padres estaban muy orgullosos, les había salido muy guapo y risueño. Sus tíos, que tuvo unos cuantos, en aquellos primeros años se desvivían por él y no dejaban de visitarle y agasajarle con todo tipo de buenas intenciones y carantoñas, que él agradecía.
Gustaba de ir de casa en casa, abriendo puertas y ventanas, y todos y cada uno de los vecinos le recibían con los brazos abiertos. Luego viajó, no muy lejos, pero viajó. El Álamo, Arroyomolinos, Sevilla la Nueva y Brunete eran sus principales destinos. Le gustaba ir cada quince días, sin falta ni retraso, casi con puntualidad inglesa. Siempre después de recorrer las calles de su pueblo. ¡Hay su pueblo!
Recuerdo, que aún a pesar de su corta edad, tuvo alguna querella que otra, por decir lo que a algunos no les gustaba que dijera, y que incluso le llamaban, según que fechas, sugiriendo lo que si que debía decir. Pero el hizo siempre caso omiso a todo esto e intentó seguir su camino, teniendo al final que tirar por el camino del medio, dejando a los habladores hablar y a los opinadores opinar, que para eso están. Él, que solo quería decir, se encontró con la cruda e hipócrita realidad. Decía y decía, pero cada vez más bajito. Menos mal que tenía varias mañas de expresión y cuando no era una, era la otra la que artística o literariamente, se revelaba a decirlo todo tan bajito, y de vez en cuando, los últimos años, ya solo de vez en cuando, gritaba y gritaba, con la esperanza de que alguien le escuchara.
Parecen pocos años de vida, pero os puedo asegurar que intensos. Conoció desgracias y alegrías, hombres honrados y también ladrones. Algún iluminado y a muchos rencorosos. Tuvo la suerte también de conocer a artistas, deportistas, escritores, gobernantes y políticos de todos los tamaños y colores. Conoció a mucha, mucha, buena gente, comprometida y solidaria, que no faltaban nunca a su alrededor. Pero si algo le marcó de verdad, fueron aquellos que le acompañaron siempre. Que le entendieron y le apoyaron, y que como él, tenían como única bandera la libertad. A esos estoy seguro que les estará siempre agradecido.
Les estoy hablando de El Progreso, un concepto, una idea, un periódico que llenó durante casi once años, una pequeña parte de todos y cada uno de nosotros, los que estuvimos a su lado, y que estoy seguro nunca podremos olvidar. Hasta siempre compañero.
Regino Marmol
El Progreso del siglo XXI
25 de agosto de 2009

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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.