13/4/09

Lo que algunos quisieran

La sola visión de este corto, un poco largo, y el pensar que algún día esta situación se pueda generalizar, debería concienciarnos sobre las regulaciones que hoy todavía son necesarias y a las que no se puede renunciar. El abuso al que pueden estar sometidos los trabajadores en época de crisis, que de momento solo es ficción, se puede disfrazar como una forma liberal de acometer la vida laboral y la búsqueda del sustento. Ya hay voces en esa dirección. La empresa y el trabajador deberían negociar libremente el salario de éste, en igualdad de condiciones de trato. Sin regulación ninguna. Proclaman sus alabadores, como un concepto nuevo. Ignorando el interés y perjuicio del otro. Sin importarles su situación. Y en el afán, por otro lado lícito, de obtener beneficios empresariales, ni tan siquiera se dan cuenta de que a medio plazo sería negativo para la propia empresa. El trabajador que cobra poco no tiene dinero para gastarlo en las empresas que le ofracen los distintos servicios o cosas que necesita para vivir. Con lo que muchas empresas cerrarían y sus dueños pasarían al otro lado de la cuerda. Pero no es válida, porque tampoco lo sería, para nadie, dándele la vuelta. Si seguimos con la ficción y aseguramos que habría más empresas que trabajadores interesados en un salario, (por ejemplo en una era robotizada) porque, no solo las necesidades básicas de todas las personas estuvieran cubiertas, sino las demás, las menos básicas pero que también a todo el mundo le gustan. Pero aún así, se necesitara mano de obra humana, ésta de igual manera debería estar regulada, por el interés común y para que no se fuera todo al traste.


El "braking" (o la utopía del capital)





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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.