23/2/09

Tarde de Perros y nunca mejor dicho

Aquella tarde hacía un frío de perros. Como siempre, estábamos vestidos con la ropa de vestir y la correspondiente corbata bien planchada. Llevábamos varios días colocados enfrente de la Estación de Atocha, en la acera ancha que tiene el Ministerio de Agricultura en Madrid.
Nos trasladamos allí, porque la anterior ubicación, calle Princesa esquina Plaza España, según la leyenda, la esquina más fría de Madrid, ya la habíamos quemado bastante y había que dejarla un tiempo de erial. Después de casi un mes de machacar a todo viandante que se cruzaba con nosotros, decidimos trasladar nuestros bártulos a una nueva ubicación estratégica para nuestros intereses. Uno de los sitios de la capital por donde pasaban más viajeros llegados de toda España.
¿Estudias o trabajas? era nuestra consigna para intentar subir a nuestra oficina a los cientos de personas que deambulaban por esa zona a lo lardo del día. Tengo que decir, que a lo que llamábamos nuestra oficina, no era otra cosa que un autobús pequeño de color gris, habilitado como oficina ambulante, en el que se encontraban seis o siete puestos de trabajo, casi siempre ocupados, compuestos por sillones de polipiel negro, de dos plazas cada uno y enfrentados dos a dos, con una mesa en medio de formica de color miel, donde íbamos sacando poco a poco los productos que en cada momento nos tocaba vender. Siempre libros o enciclopedias.
El sitio no se había elegido al azar. Era un punto caliente, como por entonces denominábamos a los lugares por donde pasaba mucha gente, y además cerca de una estación de tren tan importante como la de Atocha. Era uno de esos sitios donde con un poco de suerte te podías tirar un par de meses vendiendo. -¡Fácil, hasta la primavera! - nos decíamos.
Recuerdo que ese día por la mañana había vendido dos Libro-enciclopedia de “La vida sexual” del doctor López Ibor, que por aquél entonces era lo que tocaba, y ya por la tarde estábamos relajados y con un poco de cachondeo. Todo el equipo había mojado y eso se notaba en el ambiente.
Aún no tenía los 17 años y a esa edad, todo, incluso el trabajo, si a eso y a esa edad, se le podía llamar trabajo, te lo tomas un poco a broma. Corría el año 1.981 y tengo que reconocer que la gran cantidad de fotografías que había puesto en el libro el tal Dr. López Ibor, nos ayudaba a ser buenos vendedores porque también les gustaba mucho a la gente, y se vendía como churros. A las seis de la tarde ya había vendido otros dos.
No me lo leí nunca. Supongo que, porque costaba una pasta y era un tocho que no te menees. Lo único que me interesó del “Libro-Enciclopedia” en aquel entonces y que por supuesto no había dejado de ver como todo ser viviente que se lo pusieran delante,, eran las abundantes fotografías que lo rellenaban además de cinco o seis titulares de los capítulos más interesantes que, eran imprescindibles conocer para poder ofrecer y fascinar a los posibles compradores que, ya digo, eran muchos en aquellos años en los que la libertad campeaba a sus anchas.
De repente, a media tarde, empezamos a oír sirenas de policía. Decenas y decenas de coches y furgones con las luces locas y un sonido a la vez que ensordecedor asustadizo llenaba el ambiente. Algo había pasado y fuera lo que fuera, era gordo, muy gordo. Todos pensamos que seguramente tendría que ser un nuevo atentado de ETA. Por aquellas fechas los terroristas no paraban de atentar a políticos, guardias civiles y militares.
De repente empezamos a notar que la gente desaparecía de las calles. Que corría huidiza hacia la estación de tren, el metro y los autobuses, con una prisa que no era normal.
A la pregunta, ¿estudias o trabajas?, nadie hacía caso. Todos iban con prisa. Nadie se paraba a charlar con nosotros. Por fin, uno de mis compañeros de trabajo, consiguió parar a una persona que iba con la radio pegada en la oreja y le preguntó que había pasado. El hombre sin pararse y haciendo ademán de que también nosotros saliéramos por piernas de ese lugar, nos gritó, “un golpe de estado!, un golpe de estado!, iros, han entrado en el Congreso y han secuestrado a todos los parlamentarios y al presidente del Gobierno”.
Solo nos dio tiempo a decir -“ostias”- y rápidamente cerramos nuestra bonita oficina y salimos por pies de aquel lugar a encontrarnos con nuestras familias, Todavía seguían sonando en la distancia, tenuemente, las atolondradas sirenas y no sabíamos muy bien que hacer. Solo estábamos seguros de que esta vez no pasarían. Lo que sucedió después ya lo sabéis. Una pandilla de chapuceros golpistas intentó de nuevo quitarnos la libertad que el pueblo democráticamente había elegido.
Ahora desde la distancia parece una absurda broma, pero fue real y los que lo vivimos nunca lo olvidaremos, por si acaso.

Ahora desde la distancia parece una absurda broma, pero fue real y los que lo vivimos nunca lo olvidaremos, por si acaso.

Vaya Semanita-23F



Intento Golpe de Estado España 1981



Tejero y García Carrés el 23-F



Los del 23-F contra El País y la SER



Emilio Romero y García Carrés el 23-F

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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.