27/1/12

Dicen que la justicia es ciega, pero no el Consejo General del Poder Judicial

Estoy de acuerdo en que el Consejo General del Poder Judicial no sea nombrado por los partidos políticos. Pero también estoy de acuerdo que tampoco sean nombrados por otros jueces. El Poder Judicial debe, al igual que los otros dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo, emanar directamente de la voluntad popular. Ahora el ministro de la justicia española quiere enmendar lo que el gobierno de Felipe González cambio en su día para intentar que los representantes del pueblo, es decir el Congreso de los Diputados, eligieran a tan magnánimo Órgano. Entonces fue una medida acertada la de quitar a los jueces que, en su mayoría, venían de la dictadura franquista tan importante elección. El resultado era más acertado, aún hoy día significa que el Consejo del Poder Judicial lo eligen los representantes del pueblo, pero como se ha visto, lo que se ha conseguido es politizarlo todo a conveniencia de los dos partidos que alternativamente gobiernan nuestro país. Debería ser la ocasión en la que se tomara la firme decisión de realmente separar al Poder Judicial de una vez por todas de los influjos de los partidos políticos. Elijamos al Poder Judicial los ciudadanos, es nuestro derecho y nuestra obligación defenderlo. Es a nosotros a quienes juzgan, somos nosotros quienes pagamos sus nóminas, es a nosotros a quien deben explicaciones si tienen que dárselas a alguien, son nuestras leyes las que imparten y nuestra justicia la que sentencian.
Si el Consejo del Poder Judicial es elegido en su mayoría por los miembros de la judicatura, como si de un simple órgano colegial se tratara, además de crear corporativismo, resultaría dejar en manos de una  minúscula parte de la ciudadanía este Poder.
Si el Consejo del Poder Judicial es elegido en su mayoría por dos partidos políticos y encima a su vez en mayoría por el partido político que gobierna, evitamos el corporativismo pero añadimos la pleitesía, que a la postre es aún peor .
Por eso el sentido común y la experiencia de más de treinta años de democracia nos debería llevar a la conclusión de que si realmente queremos separación de Poderes, debemos elegirlos nosotros, los ciudadanos, al menos en la más alta representación. Las dos fórmulas anteriores no han funcionado y sería estúpido seguir insistiendo en ellas. A los políticos les jode que les quitemos cuota de poder, pero a nosotros no jode más que nos lo roben.
Simón Bolivar aseveró a principios del XIX “La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad.” Este axioma atemporal y universal es parte de la naturaleza del hombre y domina su idea de sociedad. El ministro de Justicia debería replanteárselo si realmente busca la separación de Poderes y entiende que éstos deben emanar de la ciudadanía.

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Cuando se abriga una convicción, no se la guarda como una joya de familia ni se la envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se la expone al aire y al viento, se la deja al libre alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas de la cabeza, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen.